El plátano resulta de mucha ayuda para recuperar fuerzas. Si se consume después de realizar ejercicio, aumenta la capacidad de resistencia ya que aporta una excelente combinación de hidratos de carbono y potasio, ambos necesarios para la actividad muscular. De hecho, muchos deportistas lo toman antes o durante la competición.
Además aporta vitaminas del grupo B, esenciales para la producción de energía en las células. Un plátano mediano procura el 20% de la vitamina B6 que se precisa al día y el 12% del ácido fólico. Además estas vitaminas protegen los sistemas inmunitario y nervioso.
Gracias al potasio, se demuestra efectivo disminuyendo la hipertensión arterial. Un plátano proporciona alrededor del 15% de las necesidades diarias de potasio de un adulto.
Los plátanos verdes mejoran el tránsito intestinal por su contenido en almidón e hidratos de carbono no asimilables, aunque son más indigestos y también pueden provocar flatulencias. Por el contrario, los maduros se aconsejan en caso de diarrea porque suavizan la mucosa digestiva inflamada.
La notable alcalinidad del plátano permite combatir la acidosis (excesiva acidez de la sangre) y en general aumentar las reservas alcalinas del organismo.
Bien maduro y tomado antes de las comidas, neutraliza el exceso de acidez gástrica y calma los ardores de estómago.
Su consumo es útil para hacer frente a procesos reumáticos, artritis y gota. Ayuda, junto con una dieta de orientación vegana, eliminando el exceso de ácidos retenidos en el organismo.
Su escaso contenido en sodio, combinado con la elevada presencia de potasio, evita la retención de líquidos y la formación de edemas. Es recomendable en casos de nefritis (inflamación de los riñones) y cálculos renales.